20 feb 2014

Ese Lugar

Parece que los días pasan corriendo. Compré un bolígrafo a un precio casi de regalo en una de las tantas tiendas desoladas que están a punto de quiebra estos días. Veo los rostros de la gente, los bombillos que no encienden todos en los pasillos de los centros comerciales, no hay tanta gente como de costumbre, sientes que algo pasa en el ambiente. Hay días que ni siquiera puedo dormir con tanto problemas que escucho en el exterior. He intentado poner en mute las redes sociales, hoy son como una ventana que abres y ves como la tormenta de palabras se desborda sobre tu sala. Pero no puedes hacer nada por evitarlo y tratas de meterte en ellas como remando en aguas rápidas.

Estos días he pensado y sigo pensando en las personalidades de la gente, en sus ideas e ideales. En la realidades en las que vivimos, que difieren de los puntos de vista con la que decidamos verla. Mientras intento poner mi cabeza en orden para volver a trabajar, todo te distrae y me lleva a volver a mi estado de profunda tristeza por reconocer la situación que vivimos. No puedo ser indiferente ante la avalancha de gente que pide ser escuchada. Vuelvo a dejar todo a un lado, porque no puedo trabajar cuando el ánimo no lo permite.  Surge la necesidad de mudarse uno a un lugar limpio, fresco y nuevo, para volver a ser productivo para la sociedad que te rodea. 

Ese lugar limpio, fresco y nuevo, ¿dónde lo consigues en medio del caos? 

Seguimos esperando que los milagros sucedan. Creíamos poder buscarnos un lugar cómodo desde dónde mirar los acontecimientos e indignarnos. Porque sospechábamos que los males pasan, pero no que también se desarrollan a tal punto que hoy nos sorprendemos de las situaciones que estamos viviendo, porque no somos capaces de escucharnos y reconocernos.

Buscando respuesta recordé el libro que llegó a mis manos, "Señor Dios, yo soy Anna" 
una niña de 6 años que ya sabia cómo cambiar su realidad, aceptaba su vida tal cual era, por eso no podía sentirse insatisfecha por lo que no le tocó vivir. Ella decía que si somos una imagen y semejanza de Dios, no lo busquemos en el cielo sino aquí mismo, en cada uno de nosotros mismos. Dios es la luz.

Se han preguntado porque es tan fácil dejarnos llevar por la rabia, hablar con odio, a encontrar la luz, encontrar la paz. Hablaba con Carlos sobre lo que ocurre, nos preguntábamos ¿dónde nace el odio? él me dice, es fácil odiar porque no hay que seguir reglas de ningún tipo, en cambio es difícil hacer el bien porque tienes que seguir muchas doctrinas.

Después de ver lo que esta pasando en nuestras calles, estoy segura de que es cierto. Respeto a los derechos humanos, es ser tolerante para con el otro, amar sin condición es respetar al otro, es no dejarse llevar por la rabia. Es hablar con convicción, de lo que es correcto. El odio puede nacer también de las almas a las que por años se les ha alimentado de palabras sin fundamento, de vivir echándole la culpa al otro de los males que nos aquejan o de los errores que hemos cometido. 

Anna una pequeña de 6 años ya lo tenía figurado, ya sabia que se podía cambiar la realidad encontrando la fuerza que hay dentro de sí misma. Porque la humanidad tiene la mala costumbre de ver las cosas blancas o negras, pero Dios solo ve las cosas. 

Una vez cuando estaba pequeña le pregunté a mi mamá:
¿Que era Dios?
ella me contestó:
_Dios es una fuerza de amor. 

Entonces ese lugar limpio, fresco y renovado, debemos encontrarlo en cada uno. Esa es la tarea, que el exterior no nos defina, seamos nosotros los que modifiquemos nuestra dura realidad.

 Les dejo otro segundo de color y de luz.