30 abr 2015

Dictado

Pero ya está, la analizadora compulsiva.
No querer equivocarse
En un dictado escribí "ass" en vez de "us".

Como ese encuentro en los turnos de noche
clases de matemáticas porque no era suficiente lo que te enseñaban en el colegio
había que pagar una tarea dirigida.

Entonces Ana, el resultado es = 8
escríbelo ahí, 
y si, sí yo escribí en mi letrota grande
es igual a ocho.

28 abr 2015

Odiar los grupos nuevamente

Ellos en la cola del supermercado
llevando pizzas congeladas y coca cola
están tan solos, no hablan con nadie
ofrezco algo de comida real
y una conversación imaginaria
pensando en romper el silencio impuesto
frente a la calle que se mueve en grupos.

Algunos son amigos de la infancia 
que no se han ido a ninguna parte
por las cosas que se dieron,
se justifican los nexos,
trabajos, escuela, vecino
con los nexos se crea el alivio

Nadie da gratis nada
estamos todos tan solos
y tan cansados para volver a comenzar
la pizza entrara en la bolsa
y de la bolsa al microondas
comida para uno
comida artificial para estar
hablándole al televisor
mientras la pantalla te da un toque azul 
en el rostro absorto

La exclusividad de los grupos
son frìos caminos
no está permitido decir buenos dìas,
al que se paró a tu lado.



12 abr 2015

Árbol



Separarse para buscar caminos.
Extender la mano.
Encontrar caminos propios
extrañarnos.








Lugar: Sierra de Falcón.
Video: Ana Brett

7 abr 2015

35 años

Elena & José Grafito para dos.

35 años y el tiempo ha cambiado, no se sabe si es la mata de la nostalgia lo que se siente en pleno viaje, o es acaso el recuerdo de los días distintos, bastante distintos, es que ningún dia se me parece a otro, a pesar de lo que digan. Vivir en aquella ciudad pequeña parece no tener sentido, quizás si se vive sin norte. Recuerdo los días cuando tomábamos el café los tres solos intentando despertarnos, los días que decidí pintar y me subían una tacita al estudio, los días cuando nos traían regalos después de salir del trabajo, un día cualquiera, no más por gusto, a los tres pequeños que vivíamos con ustedes. Lo cierto es que ustedes dos son una imagen constante cada vez que voy a dormir, y de la que me cuesta separarme.

Imagino el país que ustedes tuvieron, hace 35 años, cuando decidieron casarse. En aquel país también era difícil tramitar la cédula o el pasaporte, y la secretaria también llevaba sus respectivas uñas postizas, donde el martillo ya empezaba a sumar sueldo. Donde construyeron una casa que tenia jardines y que estaba detrás de la casa de Marcelino, y además vivían las puertas de par en par. Viajaban por toda Venezuela, de ciudad a ciudad, con carreteras que tenia  huecos pero eran seguras, y para una chama de 22 años, con promesa de trabajo en la industria, podía construirse una vida. En todos estos años quizás se le olvido a mi madre que papá usaba el cabello largo, y me dijo, si es verdad, y antes solo cantaba boleros. 

Los ruidos de la infancia son los tacones de mamá al llegar del trabajo a las 4pm. El cuatro de papá en la salita de música, donde estaban los discos, las matas que rozaban las ventanas y chocaban unas con otras. La cadena de la reja cuando abrían los candados en las mañanas. El sonido de las escaleras de madera cuando las bajábamos corriendo para ir al colegio. 35 años no pueden ser un resumen o un soplo. Hay cosas que no pueden olvidarse. Celebrar los 22 de marzo, una fecha favorita, una fecha en la que bajamos la vajilla que estaba reservada para los 31 y  la ensuciábamos.  María cocinaba, y yo le pedía una crema y un postre, María no esperaba que de pronto hubiera que hacer más cosas a última hora, pero lo preparaba todo con gusto. Montada en una silla bajando las copas rojas que les regalaron en su boda y buscando alguna florecita en el jardín para completar la mesa. Esperarlos que llegaran del trabajo para sorprenderlos. María aun nos acompaño un tiempo cuando nos cambiamos de casa, y volvimos a preparar una última vez la mesa. Ahora era distinta, era de vidrio, un poco aparatosa, mamá luego decidió venderla, y nos quedamos con la de siempre, las mesas rusticas de madera.

El día de su boda, hace 35 años, papá vestía de beige y mamá de blanco. Las fotos de su boda muestran un día bastante soleado en la catedral de la ciudad, mamá llevaba una manta y un vestido muy bello, un corte setentoso y al natural, todo lo demás era un gran mesón vestido con mantel blanco, sobre la mesa se multiplicaban las botellas y los amigos. El tío de Coro, había traído la comida, que siempre era sencillita y suficiente, la casa de abuela Chave estaba llena de gente. En las fotos se ven mis abuelos vestidos de trajes claros. Mamá me comenta que quien la ayudaba era tía Irma, que venía de Maracaibo, y quien la maquilló era la prima que también maquillaba a los muertos. Sí, sape gato.

Hemos hecho la tarea de recordar donde fue a parar el vestido de novia, pero mamá que se le olvida todo, dice no tener ni carrizo de idea. Y quizás en algunas de las mudanzas cayó en alguna calle, al cruzar cualquier esquina y quedo olvidada la cajita para siempre.



Cumplieron 35 años de casados sin dar receta, porque como una  vez leí, “de todos los actos de la vida de un hombre el matrimonio es el que menos concierne a los demás”. Nadie entiende como se soportan, y esa dedicación de mi madre de ser esposa, secretaria, asistente de llamadas y enfermera personal. Aturdirse mientras  lee en el sillón mientras él, que es todo ruido, deja encendido a todo volumen el televisor. Imagino cómo sería nuestras vidas si ellos fueran distintos, si hubiesen escogido otra ciudad, sino se hubiese casado mi madre tan joven, si hubiese hecho otras cosas primero. El país que les dio casa y vislumbraba vientos a favor, les obligo de pronto a volver a empezar con lo que había quedado a la mano, por lo que unos tres niñitos que estudiaban aun les tocó aprender sobre los días que no se parecen el uno al otro y que guardar rencores es improductivo, y así como ellos era mejor cuando estamos todos juntos, celebrarnos.

Eso hemos hecho.

35 años son motivo para escaparse, para celebrar una cena, toda hecha por nosotros. Pedir prestada una cocina en una casita de piedra en la Sierra, donde volvieron a prestarnos la vajilla entera para usarla a nuestro gusto, nos dieron una mesa para llenarla. Curimagua les trae tantos buenos recuerdos a ellos, de los días en los que papá tenía una camionetica con la que subían los cerros e iban a fiestas. Nos hicimos de una receta con pétalos de rosas por la ocasión especial y los dulces de chocolate de mi hermana, donde papá el que vuelve a cantar boleros le dedicó nuevamente uno a mi madre. Sentados alrededor de la mesa nos celebramos y mi madre volvía a ser una niña que volaba al ver la cama decorada con pétalos de rosa y velas encendidas.







Si no lo han notado aun, mamá y papá son de los que celebran tanto que son los últimos que llegan a casa, los últimos que se van de la fiesta, y nosotros los que ahora no somos tres niñitos, los esperamos preguntando, ¿pero bueno dónde han estado ustedes?