26 mar 2016

Mi monstruo



Mi monstruo quiso acechar. 
Aparecer haciéndose irreconocible. 
Pero es un niño eterno.
Quiere golpear la realidad pero acaba sediento.

Se sorprende a si mismo observando una vida diferente.
La vida que no escogió y que no quiere.
Las cantidades de cosas que no busca, las casas llenas, los patios sin pasto.

No le gusta repetirse, se ahoga, y recorre la casa buscando la fuga.
El sabe de la mucha vuelta y de la poca vida.
El sabe de las cosas que hace mal pero dos días después.
Siempre que busca congraciarse, el rededor viene con sus lecciones,
convirtiéndolo en esa masa que le hace sombra a la pared. 

Mi monstruo se tomó varios días que le sirvieron para acomodarse las uñas y su traje grueso.
Tuvo alimento y reposo frente al mar. Pensando que un día pondría su mesa de barro e invitaría a comer sin modales. 

El quiere su propio espejo, sus propias visiones.

Mi monstruo estuvo atrapado en el silencio, cuando le dijeron que su voz era débil y su comida light. Siempre ha preferido andar en la sombra, ser invisible, pero su masa es muy grande. Cuando alguien lo ama se descompone y las lecciones llenan su traje e inflan sus algodones. 

Después de meditar se sentó a comer su espagueti de trapo, pensando que no merecía la comida ni los obsequios que le dejaron en la puerta.

Mi monstruo tiene el fatal destino de tener siempre hambre y andar buscando cosas que no se han perdido.