13 jun 2017

Té happy.

A


























¿Has notado que uno tiene una edad para empezar a llorar? 
Estaba escribiendo una nota para mi clase. Me di cuenta de eso. Yo no había llorado tanto hasta que cumplí los 30.

Mi padre comenzó a llorar a los 60. Cuando le dejé una carta sobre la mesa un 31 de diciembre. Una carta larga de 10 páginas. Me ha llamado algunas veces con guarapos aguados. ¿Y uno que hace ante eso?

He llorado por cosas que no marchan, por la pausa, por el no, por el vete, por la distancia. Por el mes malo, por el mes bueno. He llorado porque la película es bien triste, por la noticia del muerto, por la falta de cariño, por la soledad de la ciudad grande. Escribiendo te das cuenta, que las veces que lloras más es por ese otro atrapado, ¿quién es ese otro que aprendió a llorar a costillas tuyas?

He llorado en el avión camino a la casa que no es casa. Le lloré a la cosa. Que importa ya cual es la cosa.

Ese yo de adentro, ese yo susceptible, que todo le pesa, que todo le conmueve. Sinceramente porque piensa en ser mucho y no es nada, honestamente porque le da terror exhibirse. Ese que llora puede ser una especie de lugar desconocido, un monstruito.

A veces somos varias versiones. A veces somos la versión que llora. Leí asombrada a Sofía Imber. ¿Alguna vez lloraste Sofía? Ella ya sabía cómo caminar sin mirar atrás, sin fantasmas.

No sospechan que 1998 tuvo que ver en nuestra versión llorosa, el 2007, el 2015, en el año que  decidiste dejar un país.

Una noche sueñas que matas algo, que veías desde la terraza que algo quería entrar por debajo de la puerta y corriste a matarlo. Quizás porque esa noche viste Alien antes de dormir. Pero de algo me aseguré, que aquello que se repite en la cabeza sucede. Entonces por qué no repetir cosas meramente agradables, escuchar ese cassette, todos los días ponte como mantra la canción linda y la palabra, toma dos veces café, toma la dosis y el té happy. (Si alguien sabe dónde encontrarlo, que pase el dato).