15 jul 2016

El patio y los objetos según Ana.


Nosotros, un día niños, tuvimos la oportunidad de intervenir los objetos de nuestras casas de la infancia. Aquellas casas que se repartían en habitaciones llenas de pedazos de muebles, pedazos de guardar para después, para llenar con necesidad los espacios olvidados, donde crecían mundos propios que muchas veces intentamos reclamar como nuestro. Donde un callejón interminable de checheres nos servían de escaleras, nos servían de puente entre nuestro tiempo y el de nuestros padres y abuelos.

El lujo del pasado eran aquellos cuartos de infinitos objetos, que hacían que la casa se sintiera más grande de lo que era, por la acumulación, por los 40 años de cargas. Indudablemente por esa razón los objetos tuvieron que quedarse grabados en mi memoria, porque jamás fueron reemplazados por muebles nuevos, ni se intervenían las paredes ametralladas de pinturas  de refinerías y retratos de desconocidos.

Los objetos nos acompañaron mientras crecíamos.
Hay cosas que hoy quisiera volvieran, aquellos juguetes que fabricaba mi abuela para nosotros, que hoy están perdidos en el tiempo de una casa a la que ya le cayó muchísimo polvo y la asaltó el exterior. Objetos que antes nos parecían horribles, que parecían levantarse de madrugada y hoy entendemos.

Lo que representa el patio de objetos, una serie de cuadros que muestran a una pandilla que escalaba muebles, escondía a los monstruos dentro de los escaparates, y abría todas las gavetas que encontraban para entender la naturaleza propia de sus abuelos, de escarbar, de tratar de reconocer sus caras en fotografías viejas.

Pues todo aquello que quedaba perdido en el pasado mi abuela lo traía de vuelta en papeles y muñecos de trapo o cerámica. Y nosotros que escalábamos su mundo nos paseábamos en los callejones de su memoria y jugábamos encaramados en la naturaleza de mi padre, quien heredó la acumulación como manera de vida, él no puede y no lo ha intentado, vivir separado de un cuarto de checheres, donde meter sus discos viejos, todos los radios que se dañan, todos las sillas rotas, todo el amor y olvido por las cosas inservibles. Casi como una Clarice Lispector porque ella una vez escribió expresándole cierto cariño a todo objeto inacabado.

Tanga carga hay en nuestra memoria que tenemos que recurrir a los objetos para convertirlos en llaves.

Esta exposición fue la primera en la ciudad de Santiago, y para mi fueron meses dejando que la mente y la mano se tranquilizaran sobre la madera para dejar salir un mundo propio. Por esa razón mi entusiasmo y por esa razón mi agradecimiento:

Quiero agradecer a Vanesa Marmentini, a mi querido Carol, a todos los mensajes lindos que llegaron de casa, a quienes compraron obras y a los que han mostrado su interés por ellas. Le agradezco a Mila por siempre estar cerca, a los amigos que me han adoptado aquí, a La Imaginaria, Valerian Salinas y Elisa.

Le agradezco a Mariana por mover todo lo que había que mover, a Gaby por su presencia, el vídeo de Adrian HeyU (que veremos pronto). A los amigos que estuvieron y están siempre, a los extraños que fueron a ver obras extrañas.

Charlie te agradezco por siempre acompañarme.Y mamá, papá, hermanos, incluyendo a Tina. Y todos mis pájaros y ballenas, gracias por estar siempre.

Me permití alegrarme y agradecerles por una noche maravillosa que hicimos entre todos.

A