15 jul 2020

Pie en el cielo y en la tierra.



Escribo para que no se me olvide.


Ese día no estaba nerviosa, sabía que mi hijo llegaría a las 38 semanas. Fui un día antes a la clínica para monitoreo y exámenes que ni siquiera busqué. Yo sabía que no tenía que quedarme de una vez. El dr me dice que ya estoy dilatada un centímetro. Fui a la cafetería, compré un sanguche y pedí un café. Me los comí llorando. Se acaba a un tiempo, inciaba un proceso, que no sabía cómo sería para mi. El bebé no estaba engordando y había que sacarlo pronto.


Le escribo a mis personas cercanas, les escribo cuanto les quiero, pido disculpas por mis ausencias. Le escribo a mamá sobre ese cm. Toco mi panza. Me pregunta la camarera si estoy bien. Le digo que si. Que solo tengo leves dolores.



Dolores, de tener a mamá lejos. De que empezaba mi parto, de mi pie en el cielo o en el tierra, como siempre lo dijeron mis tias. De aquellas mujeres que no me contaron nada, que no debían quejarse, que solo debían mostrar al niño y decir ya llegó.



La madrugada del 15 de noviembre, sentí como las caderas se abrían, que la panza bajaba. Repetí lo de mi madre, no tuve ningún dolor hasta que llegué a los 6 cm.



Esta experiencia me transformó, veo a mi Charlie tomando en cuenta todo ese esfuerzo del cuerpo, del trance, los gemidos, el sonido. Se me nublaba todo y entraban agujas pequeñas en mi abdomen. Sentí calor. Sentía que me ahogaba.



Todas las partes que creí pasarían quizás estuvieron. Aunque el tiempo se me detuvo, empezaron a las 11:30 am las contracciones y a la 1:55 ya Bastián nacía. No después de los pujos, tuvieron que usar paletas de metal, yo abrirme por completo, cortar. Sentir el metal revolviendo adentro.



Algo pasó. En esos minutos donde nos quedamos solos, cuando me dije, ya es el momento, me pusieron la epidural, me llevaron al pabellón, y él pequeño no encontró de nuevo el camino que había tomado, y por más que pujaba no salía. Les pedí que me soltaran, que quitaran mis piernas de donde estaban amarradas que quería sentarme y hacerlo. El dolor seguía igual a pesar de la anestesia. Puse mis pies sobre un balde de sangre y como loca pujé. Él bebé logró bajar y allí de nuevo acostada usaron los fórceps.



Hay partes donde le pedí a la matrona que nos quedáramos solas. Que lo hiciéramos solo nosotras cuando estaba todo crítico y me decía el dr que tendría que hacer cesárea sino bajaba.

Cuando todo terminó el dr se acercó a decirme, con este parto me restaste años de vida. Era un bebé pequeño al que se le había enredado un cordón largo, larguísimo, y de eso sé que estaban sorprendidos.


Hay partes que no puedo describir. La labor de parto es la cosa más intensa que ha vivido mi cuerpo, que sigue adolorido tras varios meses después. Donde luego se siente una vagina irritada, que se queda sangrando 15 días, al que le pegan los entuertos de un útero acomodándose de nuevo donde estuvo.

Una mujer no cuenta mucho de estas cosas. Sobre la pérdida de sangre, sobre la falta de oxígeno, sobre lo que se siente una contracción. Sobre desmayarse en el primer baño si el agua corre caliente. Es un misterio. Hay descripciones fuertes como también la de mujeres que lo olvidan y las que dicen que aquello no duele.


Sé ahora que es el acto más humano, que yo me sentí como ese animal que protege a toda costa, que protege por encima del cansancio. Que se sienta en un borde donde te puedes quedar o salir librada porque existieron esas cucharas de metal que ayudaron a mi hijo a atravesar un canal para poder respirar.



Tengo en mi mente imágenes. Las manos de carlos. La luz sobre los ojos. Tengo presente el cansancio, el desborde, la desesperación cuando sentí que me rendía, encontrar minutos para respirar. Dije, saquen mis piernas de las amarras, quiero sentarme quiero pujar, tu puedes con esto, tu lo tenías pensado, te lo dijiste, cuando apenas viste el saquito en el primer eco, y me dije eres valiosa, tu puedes con esto, tu amas a esto.



En recuperación no pude culparme como habría hecho cualquier vez. El fórcep fue necesario por agotamiento, por aquel largo cordón, por el movimiento.



Cuando te sacaron bebé, pude volver de aquella desesperación. Vi su cara con asombro. Carlos diciendo ya está afuera ya está afuera.



Me vi la panza marcada con lo que estuvo, estar embarazada fue hermoso, acaso solo recuerdo esa parte cuando íbamos los dos al mismo ritmo.



Ahora duerme en mis brazos. Sé que dije ojalá te parezcas a ti mismo. Aunque en ti veo los ojos de mi hermana, de mi hermano, también veo lo nuevo, haces el sonido que extraño de los pájaros. Tenerte me devolvió algo que creía había perdido. Así que meses después le pude agradecer a mi cuerpo. 


Es extran;o, hoy que cumples 8 meses, cercano al numero de semanas de haberte tenido, es cuando siento que mi cuerpo esta regresando de toda aquella transformacion donde estuvo.