Dibujos de Angora, dibujos que quedaron entre las tantas pruebas, pero imágenes de la pandilla de la que habla Alberto. |
"Lo primero que quisiera es felicitar a
Fundavag, por lo acertado y asertivo de haber convocado este primer concurso de
literatura infantil. Los dos libros que hoy presentamos, tanto Trompájaro, de Eduardo Burger, el libro
ganador, como Angora, de Ana Brett, obra
que recibió una mención de publicación, son una prueba contundente de lo
importante que son este tipo de eventos. Seguramente sin el concurso habría
pasado mucho tiempo para que estos dos autores hubiesen podido dar a conocer de
forma impresa sus respectivas obras.
Cuando Federico Prieto me preguntó si estaría
dispuesto a presentar el libro de Ana creo que no sabía, aunque somos amigos
desde los tiempos de la universidad, de mi pasión por la literatura infantil,
ese género que corre por un cauce paralelo a la «otra» literatura. Lo digo
porque estudié Letras en la Universidad Central de Venezuela y en ningún
momento tomé contacto, en ese tiempo, con este maravilloso ámbito de la
literatura. Pero tuve la suerte inmensa de trabajar dos años en esta institución
que nos alberga. Aquí me desempeñé como director de librerías y, como muchos
otros que han tenido la dicha de trabajar en el Banco del Libro, esta se
convirtió, más que en un lugar de trabajo, en una escuela donde en realidad
vine a aprender y, es más sincero de mi parte, a disfrutar de obras tan
extraordinarias y creativas como la literatura que yo conocía. Tuve algunos
maestros en este camino que me iban indicando, como suele suceder en estos
casos, los autores que no debía dejar de leer. Recuerdo, por ejemplo, a María
Elena Maggi, gran amiga, quien en estos mismos pasillos de arriba un día me
preguntó si no conocía a Arnold Lobel como quien le pregunta a uno si alguna
vez ha leído a Thomas Mann. Pues no, no tenía ni idea, nunca había escuchado
ese nombre. Pero inmediatamente me fui a la librería y allí estaban Sapo y Sepo son amigos, Sapo y Sepo un año entero y El búho en su casa. De inmediato me di
cuenta de que Lobel era un verdadero poeta, un gran poeta a decir verdad, y sus
libros siempre me acompañan aunque suelo regalarlos y después estoy dando
carreras para volver a dar con ellos. Lo mismo me fue pasando poco a poco con
Janosh, Roald Dahl, Gianni Rodari, Maurice Sendak (Donde viven los monstruos y La
cocina de noche también pasaron a ser de mis favoritos), Tomi Ungerer,
David Mckee y tantos otros que sería imposible mencionar. Pero, además, como si
fuera poco, tuve la fortuna de estar muy cercano a Ekaré y conocer nuestra
literatura infantil, la venezolana, editada de forma impecable, y tener
contacto con autores e ilustradores que, para mí, están entre los grandes. En
el caso de la ilustración justo en este momento, desde hace dos semanas, en Los
Secaderos, se está presentando una exposición conmemorativa de veinticinco años
de trabajo de Rosana Faría, una de nuestras ilustradoras más destacadas, así
que si no han ido todavía les recomiendo que no dejen de verla.
Pero vamos a presentar Angora, de Ana Brett, que para eso vinimos. No creo equivocarme y,
si no que me perdonen mis compañeros en el jurado, si digo que desde el primer
momento estuvimos de acuerdo en premiar a Trompájaro
y darle una mención a Angora porque a
todos nos gustó mucho. Y ahora hablo solo por mí. ¿Qué me gustó de este pequeño
libro? Si tuviera que resumir, diría que tiene tres virtudes, que no son pocas.
La primera, es una historia sencilla y redonda, bien construida, con elementos
manejados con destreza y ternura, que se mueve alrededor del misterio y lo que
podríamos llamar el «dato escondido». Los cuentos para niños funcionan como
engranajes donde cada parte es indispensable y, si algo está de más, puede
echar todo abajo. No debe faltar nada, pero si sobra puede ser aún peor. Hay
misterio y hay aventura, ¿se puede pedir más? ¿No son el misterio y la aventura
dos de los grandes disparadores de las pasiones humanas? Pero además, hay
complicidad. Se trata de una pandillita de amigos tratando de dar caza a lo
desconocido. Todos tenemos en nuestra niñez anécdotas de este tipo. Todos
tuvimos nuestra pandillita de la cuadra o del edificio y salimos a buscar lo
que nos parecía pudiera ser perturbador. Y aún ya mayores muchas veces
sobredimensionamos señales y las distorsionamos, no ya creyendo que se trata de
bestias o dragones, pero sí de inmensos problemas que cuando los confrontamos
resultan ser, como en este cuento, pequeños gaticos que no representaban ningún
peligro.
La segunda cualidad que encuentro en Angora es que está muy bien ilustrado.
No es común en Venezuela que un autor sea al mismo tiempo ilustrador. Hay
tradiciones como la anglosajona donde eso es más frecuente, pero en Venezuela
no suele suceder. Y las ilustraciones tienen la misma carga emocional del
texto, bien dibujadas, misteriosas, con gracia, haciendo que ese mecanismo de
relojería que es el cuento mantenga sus tensiones en su desarrollo verbal y
discursivo y en el despliegue de las ilustraciones.
La tercera cualidad, y con esto termino, es que
Ana Brett logra en todo momento atraparnos en la red que nos lanzó. Desde la
primera escena nos vamos detrás de la puerta verde a buscar esa sombra con la
misma pasión con que lo hace la pandilla.
No quisiera terminar sin darle, a nombre de
todos, felicitaciones también a Waleska Belisario, gran amiga y socia, por el
diseño de este libro. Desde el primer momento que lo leí me lo imaginé bello,
pero confieso que superó, en mucho, mis expectativas.
Y gracias, Ana, por regalarnos este cuento. Tu
Angora se quedó conmigo y estoy seguro de que se quedará con cada uno de los
lectores que tengan la suerte de leerlo."
Alberto Márquez
Jefe de corrección