10 abr 2017

La escribana del viento


Acabo de cerrar el libro La Escribana del Viento. Gracias por hablarme de cerca y contarme tu historia. Me vi de nuevo en esos días cuando papá me mostraba el mundo, quizás no había reparado en eso, por èl tengo imagenes atornilladas en mi cabeza. Me decía: 

_ Ana, pon atención a la calle derecha que lleva al cerro Santa Ana, por atención al indio caquetio durmiendo sobre la península. 

Me vi allí jugando en esos montes, que eran fascinantes. No, la peninsula no es plana como parece ser. Y disfruté de las comidas pobres que se repartían las protagonistas, mientras el viento no las dejaba en paz.

Cierro el libro y no quiero que me invada la tristeza. Quiero que alguien más me rescate de esta soledad auto impuesta. 

Querida Ana Teresa Torres: 

Nunca un libro me ha salvado, a veces ni siquiera los entiendo del todo, pero me gusta como suenan. Mi tio E me dice, la lectura no me salvará de la soledad pero te la amuebla. 

Tomé tu libro en Maiquetía como por ley de atracción, el viento, que tiene su propio sonido. sigue siendo el mismo, me advierte que no hemos cambiado mucho, que llevamos quizás 4 siglos sin agua, y lo peor, que aunque el mal pase la casa igual quedará rota, pero aprenderemos de nuevo a vivir en otra casa, bajo otro lugar que nos permite ser alguien.

El mal separa familias que no saben si volverán a verse. Las tierras siguen teniendo dueños y seguimos pagando al Cesar. 

Te agradezco las notas sobre la pertenencia en el libro. Aunque para entender estas pistas que dejaron los escritores, tengamos que pasar por el auto exilio. 

Finalmente, entendí que no estamos solos, a otros también se les ha ido la vida pidiendo justicia.

Con admiración se despide
Ana Brett

Pd: El dibujo es para usted.