19 jul 2016
Momento en el Patio
Gracias HeyU por este lindo registro de la exposición!
Queridos amigos espero puedan disfrutar de los dibujos.
15 jul 2016
El patio y los objetos según Ana.
Nosotros, un día niños, tuvimos la oportunidad de intervenir los objetos de nuestras casas de la infancia. Aquellas casas que se repartían en habitaciones llenas de pedazos de muebles, pedazos de guardar para después, para llenar con necesidad los espacios olvidados, donde crecían mundos propios que muchas veces intentamos reclamar como nuestro. Donde un callejón interminable de checheres nos servían de escaleras, nos servían de puente entre nuestro tiempo y el de nuestros padres y abuelos.
El lujo del pasado eran aquellos cuartos de infinitos objetos, que hacían que la casa se sintiera más grande de lo que era, por la acumulación, por los 40 años de cargas. Indudablemente por esa razón los objetos tuvieron que quedarse grabados en mi memoria, porque jamás fueron reemplazados por muebles nuevos, ni se intervenían las paredes ametralladas de pinturas de refinerías y retratos de desconocidos.
Los objetos nos acompañaron mientras crecíamos.
Hay cosas que hoy quisiera volvieran, aquellos juguetes que fabricaba mi abuela para nosotros, que hoy están perdidos en el tiempo de una casa a la que ya le cayó muchísimo polvo y la asaltó el exterior. Objetos que antes nos parecían horribles, que parecían levantarse de madrugada y hoy entendemos.
Lo que representa el patio de objetos, una serie de cuadros que muestran a una pandilla que escalaba muebles, escondía a los monstruos dentro de los escaparates, y abría todas las gavetas que encontraban para entender la naturaleza propia de sus abuelos, de escarbar, de tratar de reconocer sus caras en fotografías viejas.
Pues todo aquello que quedaba perdido en el pasado mi abuela lo traía de vuelta en papeles y muñecos de trapo o cerámica. Y nosotros que escalábamos su mundo nos paseábamos en los callejones de su memoria y jugábamos encaramados en la naturaleza de mi padre, quien heredó la acumulación como manera de vida, él no puede y no lo ha intentado, vivir separado de un cuarto de checheres, donde meter sus discos viejos, todos los radios que se dañan, todos las sillas rotas, todo el amor y olvido por las cosas inservibles. Casi como una Clarice Lispector porque ella una vez escribió expresándole cierto cariño a todo objeto inacabado.
Tanga carga hay en nuestra memoria que tenemos que recurrir a los objetos para convertirlos en llaves.
Esta exposición fue la primera en la ciudad de Santiago, y para mi fueron meses dejando que la mente y la mano se tranquilizaran sobre la madera para dejar salir un mundo propio. Por esa razón mi entusiasmo y por esa razón mi agradecimiento:
Quiero agradecer a Vanesa Marmentini, a mi querido Carol, a todos los mensajes lindos que llegaron de casa, a quienes compraron obras y a los que han mostrado su interés por ellas. Le agradezco a Mila por siempre estar cerca, a los amigos que me han adoptado aquí, a La Imaginaria, Valerian Salinas y Elisa.
Le agradezco a Mariana por mover todo lo que había que mover, a Gaby por su presencia, el vídeo de Adrian HeyU (que veremos pronto). A los amigos que estuvieron y están siempre, a los extraños que fueron a ver obras extrañas.
Charlie te agradezco por siempre acompañarme.Y mamá, papá, hermanos, incluyendo a Tina. Y todos mis pájaros y ballenas, gracias por estar siempre.
Me permití alegrarme y agradecerles por una noche maravillosa que hicimos entre todos.
A
10 jul 2016
EL DÍA DEL PATIO DE LOS OBJETOS (8 DE JULIO DE 2016)
De vez en
cuando, solo de vez en cuando una frase que lees o una imagen que observas,
te saca
del espiral donde reptamos siguiendo el ritmo o tratando de seguirlo. Y
nos reconocemos. Sabemos que no somos los únicos que nos preguntamos si escribir bien
tiene que ver con seguir a los autores o si
una buena obra, un cuadro, una pequeña animación, sin palabras, dirá mucho más
en lo que calla que en las palabras
pronunciadas. Anidamos nuestra imaginación en una memoria de
identidades cercenadas por el progresismo y la incertidumbre y
tenemos miedo de sacar la voz o los colores propios.
De vez en cuando
esa voz te dice lo que
sospechabas y te vuelves sospechosa, sospechando que no es verdad que somos pobres y tercer
mundistas. ¿De qué nos sirve la historia universal si nos estamos en ella? No la escribimos nosotros. No la escribimos,
pero vean nuestros colores. Las plumas de las
aves en el amazonas. Los tejidos
de los mayas o de los pueblos andinos. Cada capa de color grita en silencio. ¿Saben leer el silencio? ¿Saben leer los
gestos? Muchas palabras que se
dicen fracturan el concepto. Lo que se quiso decir quedó
encerrado en unas cuantas letras
y al arbitrio de la comprensión de la humanidad. Pero la
humanidad solo se comprende a sí
misma. ¿Nosotros? Somos los otros. Los que
estábamos aquí. Somos los enmascarados, porque tratando de comprendernos nos pusieron bajo la máscara blanca que reúne todos los colores, los
uniforma. Solo bajo la capa de blanco nos es posible tratar de
expresarnos. En su lenguaje, porque esta
lengua no es nuestra.
De vez en cuando
reconoces una imagen, una voz, letras y colores que te hacen sospechar que todo lo
dicho es solo una parte, una pequeña parte de
lo que es. Y aquello que es, se
encuentra a la espera de su tiempo, a
la espera del retorno de los tiempos
anteriores. Cuando éramos nosotros y no una copia de blanco.
Allí está. Con
sus objetos y sus amigos de la infancia. Ana la que pinta, Ana la que escribe,
Ana la que crea. Llega con sus colores, sus objetos arrinconados,
llega con sus espejos escondidos tratando de reflejar un tiempo, descubriendo
que la clave no está en la
forma sino en la estrategia que emplea para
levantar el viejo cajón donde se esconden los muñecos. Nos hace danzar por el patio de los objetos,
queremos quedarnos en ese lugar donde reconocemos a la niña o al niño que
fuimos. Queremos quedarnos en el patio de los objetos, mirar bajo los muebles, trepar por ellos, abrir los cajones. Nos dan ganas de jugar ¡Es injusto que la
infancia dure tan poco! Pero tranquilos,
vino Ana y dominó a los monstruos que
viven en el árbol de mango. Gracias Ana,
porque pintas, gracias Ana, porque no tienes miedo.
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